A raíz de la masificación de Internet y el avance de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) en general, los requerimientos técnicos de los usuarios evidentemente han variado a través de los años, tanto en velocidades de procesamiento como de transmisión de datos.
Los internautas en principio fueron actores cuasi pasivos que navegaban o descargaban archivos en los sitios web, enviaban correos electrónicos con adjuntos de tamaño limitado, intercambiaban ficheros con otros usuarios, usaban chats o foros en portales, o conversaban a través de plataformas de mensajería instantánea desde el computador.
En esa Web 1.0 estática la capacidad más importante para la audiencia era la del ancho de banda descendente (downlink), el aspecto técnico que determina la velocidad para bajada o descarga de una conexión.
Pero con el devenir de la Web 2.0 o web social, en los primeros años del nuevo milenio los usuarios de Internet pasaron a ser también generadores de contenidos, es decir, trajo consigo la interacción y ello se acentuó con el auge de las redes sociales, comenzando a su vez a ganar relevancia el ancho de banda ascendente (uplink), lo cual rige la velocidad de subida o carga.
Lo mismo ocurrió a partir de la segunda década de este siglo y milenio con la Web 3.0 o web semántica que, pese a que aún sigue configurándose, es común toparse con algunas de las tecnologías que la integran e interoperan: Internet de las Cosas (IoT), Inteligencia Artificial, Realidad Aumentada, Realidad Virtual y blockchain.
Es una evolución digital que persigue elevar la seguridad, la confiabilidad y la escalabilidad de Internet.
Y desde la óptica humana en años recientes, la pandemia nos dejó en evidencia a través del teletrabajo y la teleeducación -por mencionar sólo dos modalidades a distancia- la necesidad de contar con mejores recursos para comunicación bidireccional, tanto en hogares como demás instancias comerciales, corporativas, industriales, educativas, gubernamentales, etc.
El tener menor probabilidad de atascos por ejemplo en videollamadas por causa de asimetrías en la conectividad de alguna de las partes que intervengan, o degradación de la calidad de imagen y/o sonido, pueden marcar la diferencia para bien o para mal. Igual con las transmisiones en directo por redes sociales.
Y en los tan populares servicios de mensajería instantánea como Whatsapp, el proceso de la comunicación se puede interrumpir cuando un dispositivo no dispone en un momento dado, de un ancho de banda tan bueno para enviar como para recibir texto, documentos, imágenes, videos o audio, entre otros.
Las conexiones asimétricas -incluso de fibra óptica- se distinguen por tener mayores velocidades de descarga que de subida de datos, por lo cual en los tiempos actuales de comunicaciones bidireccionales basadas en IP, resulta clave analizar el tamaño de la brecha existente entre velocidades de subida y de bajada, previendo evitar ralentizaciones al cargar o enviar contenidos hacia Internet.
Hoy por hoy es primordial estar bien conectado, ya que la transformación digital de las organizaciones y la web 4.0 están a la vuelta de la esquina. Una conexión simétrica a través de fibra óptica minimiza la posibilidad de desequilibrios de conectividad como los antes mencionados, representando en teoría mejores experiencias de usuario en aplicaciones en línea y en uso de la Nube.
@jorgetelecom